Acciones ordinarias y beneficios extraordinarios by Philip A. Fisher

Acciones ordinarias y beneficios extraordinarios by Philip A. Fisher

autor:Philip A. Fisher [Fisher, Philip A.]
La lengua: spa
Format: epub
editor: Deusto
publicado: 2018-01-19T23:00:00+00:00


5. No se queje por unos puntos básicos

He usado ejemplos ficticios con el afán de aclarar varios asuntos. Esta vez pondré un ejemplo real. Hace poco más de veinte años, un caballero que en muchos aspectos ha demostrado un alto grado de habilidad inversora, quiso comprar cien acciones de un producto financiero que se anunciaba en la Bolsa de Nueva York. El día que decidió comprar, la bolsa cerró a 35½. Al día siguiente vendió repetidamente a este precio. Pero este caballero no quería pagar 35½. Decidió que bien podía ahorrarse 50 dólares. Hizo su oferta en 35 y se negó a subirla. La empresa no volvió a vender a 35. Hoy, casi veinticinco años más tarde, la bolsa parece tener un futuro especialmente brillante. Como resultado de los dividendos de acciones y de las divisiones que han ocurrido en los años posteriores, ahora está vendiendo a más de 500.

En otras palabras, en su afán por ahorrarse cincuenta dólares, este inversor se perdió unas ganancias de al menos 46.000 dólares. Además, no hay duda de que las habría ganado, porque todavía posee otras acciones de esta misma empresa que había comprado a cifras todavía menores. Puesto que 46.000 es como 93 veces 50, eso significa que nuestro inversor tendría que haberse ahorrado sus cincuenta dólares 930 veces solo para empatar. Obviamente, seguir un razonamiento con este tipo de probabilidades en contra roza la locura financiera.

Este ejemplo concreto no es en absoluto extremo. He seleccionado aposta unas acciones que durante unos cuantos años fueron más rémoras que líderes del mercado. Si nuestro inversor hubiera elegido alguna de las tal vez cincuenta de las acciones de crecimiento rápido anunciadas en la NYSE, perder unos 3.500 dólares de tales acciones para ahorrarse 50 dólares le hubiera supuesto mucho más que esos 46.500 dólares.

Para el pequeño inversor que desea comprar solo unos cuantos cientos de participaciones de acciones, la norma es muy sencilla: si las acciones parecen adecuadas y el precio parece razonablemente atractivo a los niveles actuales, compre «en el mercado». El octavo, o cuarto, o medio punto extra que puede pagar es insignificante comparado con el beneficio que estará perdiendo si no obtiene las acciones. En caso de que las acciones no tengan este potencial a largo plazo, creo que de entrada el inversor no debería decidir comprarlas.

Para el gran inversor, que tal vez quiera varios miles de acciones, el problema no es tan sencillo. Para todas menos para una pequeña minoría de acciones, la oferta disponible es normalmente lo bastante limitada como para que un intento de comprar en el mercado incluso la mitad de esta cantidad deseada bien podría provocar un considerable avance en las cotizaciones. Este aumento repentino del precio puede, a su vez, provocar dos efectos más, ambos con la tendencia a dificultar todavía más la acumulación de un bloque de estas acciones. La subida de precio por sí sola puede bastar para despertar el interés y la competencia de otros compradores. También puede provocar que aquellos que querían vender retengan sus acciones con la esperanza de que la subida continúe.



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